viernes, 7 de junio de 2013

¿CUANTOS CLAVOS HAY EN TU CORAZÓN?



Hola!.

Revisando  mis chucherías, me encontré un libro que hace tiempo regale a mis hijos; el cual se llama "Reflexiones para la Juventud"de Gonzalo Díaz Hernández, de Luna Editores.
En el cual viene una lectura que a continuación les comparto y que les invito a comentar lo siguiente:
- Te identificas con algun personaje
- Te ha sucedido algun evento similar o igual  a lo relatado en la lectura. Menciona el ejemplo
- Te diste cuenta que los papás reflexionan sobre la forma de educar a su hija, que opinas tu al respecto
- ¿Cuántas cicatrices tiene tu corazón?
- Invita a tus papás a realizar la lectura y anota sus opiniones.
 

¿CUANTOS CLAVOS HAY EN TU CORAZÓN?

Después de aquella lamentable experiencia de mi accidente, tenía que empezar a reflexionar, cómo sería mi vida de ahora en adelante...¡Vaya lío!
Había que analizar y peor aún corregir mi larguiiisima, o más bien, corta existencia en este mundo,, no sería  fácil, pues a mis  nueve años, casi de diez y pareciendo de once(estando en quinto de primaria), antes del accidente yo los consideraba "casi bien vividos", aunque para los demás eran mal vividos. Ahora me daba cuenta que me consideraban una persona soberbia, egoísta y arrogante, carente de valores y sensibilidad. No sería fácil cambiar de la noche a la mañana, bueno la intención la tenía, pero como decía mamá: - Con querer no basta, hay que querer de verdad... -"El que quiere puede, el que no quiere ni con palo y mecate podrá jamás..."- terciaba  en la conversación mi abuelita.
Hoy es lunes, pero no importa, cualquier día es un buen día para empezar, "día nuevo, vida nueva", pero en la vida no es fácil cambiar. Y este día  no sería fácil... en fin, tenía que empezar y lo mejor era comenzar por mi casa, con mis padres.
Lo primero era sentirme bien conmigo  misma, hacer lo mejor posible todo lo que mis padre me pedían, poner más atención a mis profesores y respetar a los demás, respetándome yo misma.

Prepare mis cosas con esmero, incluyendo el almuerzo que con cariño diariamente la señora Celia me preparaba. Mi mami, estaba  lista en  la puerta para despedirme con amor, como todos los días lo hacia antes de subirme al transporte escolar. Por primera vez era más cuidadosa y valoré todo lo que a mí alrededor me unía con las personas y todas las cosas que otros hacían, sin que yo me diera cuenta, para que yo fuera feliz.
Nada más llegar a la escuela y todo volvía a ser igual; prepotencia, indiferencia, violencia y frialdad...¿Cómo integrarse bien en esta sociedad?¿Cómo lograr cambios ante tanta indiferencia?. Para lograrlo, lo primero era tener claro; ésta es mi sociedad con sus limitaciones y defectos. Es bueno reconocer que ninguna sociedad es perfecta,en lo humano nada lo es. Y nadie se puede apartar de su sociedad, le perteneces y te pertenece. El cambio está dentro de uno mismo, es tú fuerza, primero soy yo la que tengo que cambiar y no imponer mis cambios a los demás, no es bueno prejuzgar y mucho menos subestimar a las personas, pues seguramente todos tenemos cosas valiosas en nuestras vidas y cada uno su propia historia. Pero la vida en la primaria no es fácil,  algunos niños me saludaban, ahora me daba cuenta, otras amigas me trataban con cariño y algunos compañeros me querían molestar.

Cuando salimos al recreo, me olvidé de todo, y lo único que importó fue divertirme, pero a veces las cosas no salen bien. Pero ese día en especial estaba dispuesta a disfrutar de la vida. Y así fue, hasta que se sucitaron penosos sucesos que me pondrían en el centro del huracán...

Unos chicos de sexto se acercaron a donde jugábamos mis compañeras y yo, nada más estar cerca comenzaron a insultarnos y a decirnos que nos marcháramos por que ellos iban a jugar en ese lugar. Me enfrenté  al que parecía el líder y le dije que nos dejaran en paz, él me dio un manotazo y me empujo muy fuerte, mientras me decía una frase que me enfureció sobremanera: - ¿Qué te pasa "guey"?- desde el suelo me impulsé con toda mi fuerza y lo golpeé en el estomago haciéndolo caer de espaldas, golpeándose fuertemente la nuca; quedo tirado en el piso. Todo mundo salió corriendo, algunos a ocultarse, otros para avisar del incidente, yo estaba verdaderamente alarmada, pero no me marché.

Más tarde, ya en la Dirección del colegio, mi madre preocupada recibía el reporte de mi conducta y agregaban al reporte otras faltas menores, de otros tiempos, que yo ya ni recordaba. El director estaba realmente alarmado de mi comportamiento; mientras que la orientadora trataba de dar argumentos a mi favor y decía continuamente que el niño me molestó y me insultó con groserías.
Los padres del muchacho y mi madre estaban realmente apenados por todo lo sucedido; pero el director no bajaba el dedo del renglón, y argumentaba:- Esos no son los comportamientos propios de una señorita, y mucho menos de este colegio.
-Esto me puso realmente furiosa y le grite:- ¡Yo todavía no soy una señorita! y usted...usted no es más que un viejo tonto que le gusta defender a los niños abusivos como...usted. ¡Y todos los días hay abusos y violencia en éste colegio! - lo remedé- ¡Todos ustedes, no son más que un montón de mentirosos y tramposos que me quieren castigar por defenderme...por ser mujer!.
Todos guardaron silencio durante unos momentos y mi madre preocupada tomo la palabra diciendo:-Yo haré todo lo necesario para compensar lo mejor que pueda mi falta, por no saber educar bien  a mi hija.

El director dijo seriamente:- Gracias a Dios no hubo lesiones serías señora; no será necesario un castigo severo, siempre y cuando los niños se pidan disculpas y procuren en lo futuro no tener esa clase  de comportamientos y malas conductas.
  El muchacho se acercó y me dijo con sinceridad en voz baja: - Discúlpame Jessie...- Mientras me tendía amistosamente su mano.
"¡¡ Ahora me las pagarán todos!!" - Pensé- Crucé los brazos y con desprecio le dije:- ¡Yo no te voy a pedir perdón...! ¡Y mucho menos a ti... eres un cobarde...!
Estas palabras  terminaron con la paciencia de todos. Fui suspendida tres días del colegio.

Durante ese tiempo, mis padres hablaron conmigo haciéndome comprender los errores que se cometen cuando uno es niño. Varias veces tocaron el tema de los cambios que estaban por venir en mi vida. En ese momento no lo entendí del todo. Me decían que por mi estatura mucha gente me confundía con una adolescente  aún siendo una niña-pero no lo hacen para incomodarte, sino para  darte un lugar como persona.- La violencia sólo engendra violencia, únicamente en el arrepentimiento hay verdadero perdón. Y muchas  otras cosas más. Algo que me dolió mucho es que ambos me atendían con cierta indiferencia y me trataban severamente mientras hablaban. Parecía que ahora sí estaban muy molestos.
Por fin, el segundo día después del incidente me  atreví a preguntarle  a mamá- ¿Por qué papá y tú me tratan así? ¿Están muy disgustados conmigo? Yo sólo me defendí mami... no tuve la culpa...
- No, contigo no estamos enojados, - dijo mamá- quizá estamos molestos con nosotros mismos, por no saberte  educar de manera correcta. Por creer que a los hijos  sólo se les educa comprándoles cosas, dándoles  cariño de vez,  en cuando y siendo tolerantes en todo con ellos, pero con eso sólo damos tormento a sus vidas sin permitirles que experimenten dolor y carencias. Porque en las carencias y el dolor hay sensibilidad del sufrimiento, porque es en la sensibilidad donde se da el crecimiento, la madurez y el desarrollo humano. Es la tristeza las que nos hace reflexionar y ser más  concientes de nuestra verdadera vida, y no sólo expectros de una fantasía. Es la tristeza donde aprendes a valorar y a tener piedad por ti, pero también aprendes a tener  piedad por los demás;  y sólo en la piedad existe el perdón... sólo en el sufrimiento y las carencias, podemos valorar la plenitud y felicidad; porque si no es así; no puede existir un punto de comparación en estas cosas tan importantes de la vida. Porque , quien <<todo lo tiene>>(¿?) ¿cómo puede valorar una privación?
- Pero yo soy chica todavía...- dije titubeando - ustedes me tienen que perdonar...¡¡¡Tú lo tienes que hacer!!!
Mi madre  volteó hacía a mí y me miró muy sería y molesta como nunca la había visto antes, y  me dijo: - ¿Cuántos clavos de dolor y rencor hay  en tú corazón Jessica? Te lo digo con cariño, como madre, y no lo dudes, cuando quieras hablar seriamente conmigo de éstas cosas, yo estaré siempre a tu lado para ayudarte...
              Después, dio media vuelta y se marchó.

Durante muchas noches, pensé en silencio lo que mi madre me había dicho. Algunas noches, lloré de remordimiento, otras por la soledad en que estaba cayendo. Hasta  que una noche agotada le escribí a mami esto:

Esta es la historia de una niña alta consentida,  que se enojaba mucho, porque las cosas no salían como ella quería. No quería a nadie, ni a ella misma... quizás merecía sufrir.

Su madre, ya desesperada de su malcriada hija; un día le regaló una bolsa de clavos y le dijo:
- Cada vez que seas impaciente, orgullosa, violenta o egoísta, deberás de clavar un clavo en lo que tú más quieras. Esa noche, llorando, la niña dibujó un  bonito corazón en una hoja de madera lo decoró y quedo magnífico. Al terminar lo colocó en la puerta de su recámara.
El primer día, la niña clavo 37 clavos en su bonito corazón de madera, el siguiente día 42, el tercero sólo 16... y así sucesivamente, sin dejar de hacerlo ni un sólo día. Algunas veces  los clavos no entraban  fácilmente y terminaba agotada, otras veces se machucaba los dedos con el martillo, alguna vez se quedo sin salir a jugar  por estar clavando tantos clavos, otras veces maldecía y se enojaba mucho cuando se rasgaba la piel y sangraba... y todavía tenía que clavar un clavo más por su enojo.
Las semanas siguieron y a medida que aprendía a controlar su mal genio, clavaba cada vez menos clavos en su corazón de madera.
Por fin llego el día en que se pudo controlar totalmente y ese día no se machucó los dedos, ni terminó cansada de clavar tantos clavos.
Entonces comprendió que era más fácil controlar su mal genio, que clavar clavos en su corazón.
Después de informar a su madre, ella le sugirió, que retire un clavo por cada vez que lograra controlar su carácter.

El primer día retiró 17, el segundo sólo 2 al tercero 26 y así sucesivamente. Algunas veces se cansaba de retirar los clavos, pero lo hacía con satisfacción, otras se rasguñaba los dedos con las uñas de acero del martillo, pero no le importaba el dolor tenía que sufrir para limpiar su corazón...

Los días pasaron y por fin un día la niña pudo anunciar a su madre con orgullo, que no quedaban más clavos que retirar...
La madre la tomó de la mano y la llevó a su recámara, al ver el enorme corazón con tantas cicatrices, le dijo: - Has trabajado duro hija mía, pero mira todas esas cicatrices en ese bonito corazón,... nunca volverá a ser el mismo. Eso recuérdalo siempre y nunca lo olvides... cada vez que pierdas la paciencia, siendo arrogante, mentirosa, egoísta, dejarás cicatrices exactamente igual como las que ves aquí...

Una ofensa, no importa si es física o verbal, causa daño y nunca cicatriza del todo. Pero una promesa se cumple, como lo hiciste tú, cumpliendo a carta cabal. No importa el trabajo, el cansancio, ni el dolor, que haya que pagar para crecer en la vida... si logras aceptar esa responsabilidad, te darás cuenta que tus decisiones son las que construyen tu destino.
Los amigos de verdad son joyas caras y si llegas a tenerlos, ¡cuídalos!, comparte con ellos tus palabras, tus sonrisas, tu bondad...
Abre el corazón para lo más valioso de la vida: tus padres, tus hermanos, tus amigos, tu familia... no lastimes ni llenes de cicatrices el corazón de los demás, pero tampoco lastimes tu propio corazón.

Para mami...
de Jessie con cariño